Las continúas movilizaciones que ha
protagonizado el movimiento social en el último tiempo en nuestro
país han posicionado como uno de los temas centrales la educación,
develando las múltiples falencias que se presentan en sus niveles
prebásica, básica, media y superior.
Las respuestas de los gobiernos de turno han constado en una serie de
medidas destinadas solo a responder parcialmente a lo demandado, sin
cambiar los principios que rigen al sistema educativo y que son los
que finalmente generan un sistema desigual, segregador y con nulo
fortalecimiento de la educación pública, evidenciándose muy por el
contrario, una fuerte embestida privatizadora detrás de cada una de
las respuestas.
Después
de tanta movilización, tantas miles de personas en la calle, tanto
ofertón por parte del gobierno y tantos años de gobiernos
“democráticos”, en los que sonaban ideas como “crecer con
igualdad”, se podría creer, con algo de ingenuidad, que las
próximas políticas de educación estarían impregnadas del sentir
que la mayoría del país ha enmarca en tres principios
fundamentales: “una educación pública, gratuita y de calidad”.
Pero al hacer una breve revisión en los proyectos de ley que
pretenden regular la nueva Institucionalidad del sistema de educación
parvularia, básica y media, y al realizar el mismo ejercicio con los
proyectos de ley que regularán las condiciones laborales a las
cuales se verán enfrentados los profesionales de la educación, con
la Carrera Docente, el panorama no es muy alentador. Vemos como la
clase política no ha escuchado las voces de la mayoría del país y
continua defendiendo intereses individuales de unos pocos.
Los
nuevos proyectos de ley está dirigidas a profundizar el rol del
privado en el sistema educativo, consolidando la entrega de fondos
públicos a través del sistema particular-subvencionado, modalidad
que ha ido en directo perjuicio del sistema público desde sus
orígenes en los 80', ya que obliga a las instituciones a competir
para atraer a los padres para matricular a sus hijos. Competencia que
por lo demás, el sistema público corre con considerables
desventajas, ya que los estándares como las puntuaciones en el
SIMCE – PSU, la variedad en el servicio que entrega (clases de
idiomas, múltiples de deportes, tecnología, infraestructura,
gestión institucional, etc.) sumado al etiquetamiento social, ha
cubierto al sistema público con un manto poco atractivo para
alcanzar altas matriculas que le permitan acceder a mayores ingresos,
ya que depende de financiamiento entregando por niño matriculado. En
la línea de la administración, no se elimina el sistema de
municipalización, la cual ha sido altamente criticada, ya que
permite que el MINEDUC se desvincule de los colegios, tanto en la
entrega de fondos como en su funcionamiento y fiscalización. El
nuevo proyecto se continua presentando al alcalde como autoridad
máxima en el consejo directivo de las agencias publicas, por lo
tanto se sigue entregando facultades frente a las cuales no están
aptos para ejercer y se deja a los establecimientos a disposición de
los vaivenes del las autoridades de turno con sus gestiones, nefastas
o relativamente exitosas. En cuanto al rol del director,
paulatinamente se quiere avanzar a la figura de un gerente que tome
decisiones unilateralmente con su gabinete sin considerar su
conocimiento específico en el área de educación, ya que basta con
tener 8 semestre en cualquier especialidad profesional para postular
al cargo. Con esto se deja de lado el rol de líder pedagógico que
debe cumplir el director, el cual en conjunto con la comunidad
educativa dirige y orienta al establecimiento para alcanzar su misión
de formar ciudadanos que tengan la capacidad de protagonizar su
propio proceso de formación integral.
Estos cambios, por nombrar algunos, son una clara muestra de la
intransigencia de las autoridades de realizar proyectos de leyes que
sean representativos de la sociedad civil, que vayan en la dirección
de construir en conjunto, un proyecto país que se funde en
principios más igualitario, ya que desde la educación tenemos la
promesa que a la vez es la utopía de cambiar lo establecido.
“La
lucha ya no se reduce a retrasar lo que acontecerá o asegurar su
llegada; es preciso reinventar el mundo. (Paulo Freire)
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